La pregunta cuándo se inventó el ascensor puede parecer sencilla, pero lo cierto es que tiene mucha más historia detrás de lo que uno imagina. Y es que este aparato, que usamos todos los días casi sin pensarlo, ha sido clave para que vivamos como lo hacemos hoy. Sin ascensores, las ciudades tal vez no serían como las conocemos.
Muchos lo asocian a los rascacielos del siglo XX, y no es raro que sea así. Pero su origen viene de mucho antes, y está lleno de momentos curiosos, avances técnicos y personajes que aportaron ideas que hoy daríamos por obvias.
¿Desde cuándo se intenta subir sin escaleras?
Hay que retroceder bastante para encontrar los primeros intentos. Según lo que escribió Vitruvio, un arquitecto romano, parece que Arquímedes —sí, el mismo del “¡Eureka!”— ideó una especie de elevador allá por el año 236 a. C. ¿Cómo funcionaba? Con cuerdas y poleas, movidas a mano o con la ayuda de animales.
Claro, aquello no era cómodo ni rápido, pero servía para subir cargas pesadas sin tener que empujarlas escaleras arriba. Era básico, sí, pero fue una semilla. Una primera chispa que inició todo.
Edad Media y Renacimiento: mucho ingenio, poca seguridad
En la Edad Media, no faltaban las soluciones caseras. En castillos y monasterios, por ejemplo, se usaban mecanismos simples para subir provisiones: plataformas, poleas y bastante esfuerzo físico. Todo muy artesanal.
Ya en el Renacimiento, los avances en ingeniería empezaron a colarse en estos sistemas. Se volvieron algo más precisos, aunque seguían siendo lentos y no del todo seguros. Lo de mover personas seguía siendo una idea lejana, pero el camino ya estaba en marcha.
La “silla voladora” de Versalles: lujo y discreción
Uno de los primeros ascensores pensados para transportar personas apareció en un lugar bastante inesperado: el Palacio de Versalles. En 1743, instalaron una especie de elevador privado para que Luis XV pudiera subir de un piso a otro sin cruzarse con nadie. Lo llamaron chaise volante.
Era un sistema con contrapesos, hecho para el confort del rey. Y aunque no era del todo práctico para el resto del mundo, marca un punto clave en esta historia: el ascensor ya no servía solo para mover objetos, también podía llevar gente. Así que si nos preguntamos cuándo se inventó el ascensor, aquí ya empieza a asomar una primera respuesta.
El gran cambio: Elisha Otis y la seguridad
Hasta mediados del siglo XIX, los ascensores tenían un problema serio: si se rompía la cuerda, todo caía. Así de simple. Por eso, no se usaban mucho para llevar personas. Hasta que llegó Elisha Otis, un inventor estadounidense que en 1852 presentó algo que lo cambió todo: un sistema de freno automático.
Lo mostró en público dos años después, en la Exposición del Crystal Palace, en Nueva York. Subió en una plataforma, pidió que cortaran la cuerda, y… la cabina no se cayó. El público quedó en shock.
Poco después, en 1857, se instaló el primer ascensor seguro para pasajeros en un edificio comercial. Y ahí sí, ya podemos hablar de ascensor moderno con todas las letras.
El ascensor eléctrico: se abre el cielo
En 1880, apareció otra gran novedad: el primer ascensor eléctrico, presentado por Werner von Siemens en la ciudad alemana de Mannheim. Hasta entonces, se usaban sistemas hidráulicos o a vapor. La electricidad permitió más velocidad, más altura y menos complicaciones.
Gracias a esto, las ciudades empezaron a crecer en vertical sin tantas limitaciones. La vida urbana cambió, y mucho. No solo era posible construir más alto, sino que también era práctico hacerlo.
Más rápido, más alto: el ascensor del siglo XX
A comienzos del siglo XX, Otis (sí, la misma empresa de Elisha) desarrolló un nuevo sistema de tracción eléctrica sin reductor. Esto hizo que los ascensores fueran mucho más veloces y silenciosos. En 1904 ya había instalaciones funcionando con esta tecnología.
Este avance fue clave para que surgieran los rascacielos que hoy vemos en Nueva York, Chicago y otras grandes ciudades. Sin ascensores eficientes, todo eso habría sido inviable.
Un invento que cambió la ciudad (y la forma de vivir)
El ascensor no solo facilitó subir y bajar. Cambió por completo el diseño urbano. Hasta mediados del siglo XIX, los pisos altos eran los menos deseados porque subir escaleras era un suplicio. Pero con los ascensores, los áticos se volvieron codiciados. Ahora tenían vistas, privacidad y estatus.
Así que responder a cuándo se inventó el ascensor también implica ver su impacto social. Transformó la arquitectura, el mercado inmobiliario y hasta nuestra idea de comodidad.
Seguridad: la prioridad desde el día uno
Desde Otis hasta hoy, la seguridad ha sido un tema central. A lo largo de los años se fueron incorporando mejoras: sensores, sistemas automáticos, frenos de emergencia, comunicación interna… Hoy, cualquier ascensor moderno cumple con normativas internacionales muy exigentes.
Porque claro, una cosa es subir rápido, y otra muy distinta es hacerlo con confianza. Y eso solo se logra con tecnología bien aplicada y mantenimiento constante.
Ascensores del siglo XXI: inteligentes y sostenibles
Los ascensores actuales ya no solo suben y bajan. Hoy están conectados a Internet, se autorregulan, optimizan rutas y consumen menos energía gracias a sistemas de regeneración eléctrica. También hay modelos que se adaptan al flujo de personas según la hora del día o el uso del edificio.
Por eso, la pregunta cuándo se inventó el ascensor no tiene una única respuesta. Porque el ascensor sigue evolucionando. Cambia, se actualiza, se vuelve más eficiente, más seguro y más consciente del mundo que lo rodea.
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Después de este viaje por la historia del ascensor, queda claro que su evolución ha sido esencial para el desarrollo de las ciudades. Pero igual de importante es asegurarse de que cada uno funcione como debe.
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